sábado, 14 de febrero de 2009

Una treta contra el insulto

Saussure nos ha enseñado que el signo lingüístico es arbitrario, es decir que no hay un motivo o una relación natural que ligue la imagen acústica, el significante (digamos, la palabra), con el concepto, la imagen mental, lo significado (digamos, la cosa).
La relación que los une es una mera convención, un acuerdo social que establece que para una determinada serie de sonidos corresponde una determinada porción de la realidad, pero que esa correspondencia no se debe a un vínculo previo entre ambos términos, sino que se forja arbitrariamente, artificialmente, por el acuerdo entre las personas. La serie de sonidos o signos monitor, por ejemplo, no presenta semejanza ni relación alguna con el artefacto que vos y yo estamos mirando en este momento, un monitor real.
Esta convención se explica por sus utilidades prácticas: de esta manera los estados mentales, las ideas de un individuo pueden ser transferidas, comunicadas a otro, los individuos pueden compartir ideas y por tanto compartir o unir esfuerzos.

Dicho esto podemos preguntarnos si tiene algún sentido sentirse ofendido ante un improperio inferido gratuitamente hacia nuestra persona. Podríamos, en lugar de eso, recordar que nuestro injuriador no está más que balbucendo unos sonidillos baladíes o garabateando unos trazos insípidos que espera que nosotros interpretemos como ofensa, que asociemos a algo muy malo que se nos adjudica y de esa manera asestar un duro golpe a nuestra integridad moral.
Si decidimos no establecer la asociación, porque estimamos que los significantes no tienen su correlato real, y su enunciación no tiene fines de utilidad social, pues no parece querer unir esfuerzos con nosotros, los insultos que salen de nuestro atrevido interlocutor no llegarán a nosotros sino como simples gruñidos de chimpancé.
O mejor aún. Se me ocurre que invocando ese carácter caprichoso de los signos, estaríamos autorizados para asignar, también caprichosamente, a esas series de sonidos malintencionados, todo tipo de significados halagüeños que nos ensalzaran y nos enaltecieran, en una suerte de ironía inversa.

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